domingo, junio 05, 2005

Duelo

Caí bajo, después de nuestra amarga y triste despedida. No supe jamás que podría el ánimo decaer tanto, ni que habría persona capaz de aguantarlo. Estuve al borde de la locura, y diría yo que del borde interno de la misma. Dicen que son tres meses de duelo, y que después de eso, de manera misteriosa y mágica, el alma recupera el ánimo y la vida puede continuar. Pues yo creo que el idiota que proclamó eso nunca ha sufrido la experiencia de ver su vida hacerse áñicos e irse a los mil demonios.

Mi vida se fué en congelamiento profundo. Conservé mi trabajo por la misericordia infinita de mi jefe. La verdad, en el momento, me valía madres que me corriera o no. Ese era el menor de mis problemas. La única razón por la cual iba a trabajar era por que estaba en modo autómata, la inercia de hacer lo mismo todos los días.

Los días me parecían surrealistas. Percebía el mundo de manera distorsionada, de alguna manera oscura. No toleraba la risa de los demás, y mi humor se volvió caústico, y mi comportamiento autodestructivo. Curiosamente, a la vez me puse a dieta y empecé a hacer ejercicio. No puedo explicar este comportamiento aparentemente contradictorio. Me imaginaba la escena del concurso de belleza en medio del sitio de Sarajevo -para qué!