De manera errónea confunden en los Estados Unidos el 5 de mayo con el día de la independencia de México (¡es el 16 de septiembre, chingao!). Mientras que en México la fecha se vuelve cada vez menos notoria (una victoria menor que dió tiempo a que el Gobierno de Benito Juárez escapara de la Ciudad de México, el 5 de mayo de 1862, ante el avance del ejército combinado franco-mexicano del transitorio Imperio de Maximiliano de Hapsburgo), en los Estados Unidos parece crecer más en intensidad. Inclusive, el presidente Bush lo celebra con cena y todo en Washington.
En México, por supuesto, la oficialidad observa el festejo. El ejército mexicano ritualísticamente pone en escena la representación de la batalla de Puebla para beneficio del Presidente, y demás miembros de la nomenklatura mexicana. Para los que están enrolados en el Servicio Militar -jóvenes de 18 años- hoy se liberan de esa monserga. De ahora en adelante podrán disfrutar de sus sábados sin tener que estar soportando las pequeñas friegas impuestas por suboficiales y soldados rasos. Y para estos últimos, se terminó (hasta el año que viene) su diversión semanal de estarse mofando y burlando de esos jóvenes de la "sociedad civil" (para los soldados, esa etiqueta sí tiene sentido). Sin embargo, en la cotidianeidad del mexicano y mexicana común, el significado de este aniversario se va atenuando con el paso del tiempo.
¿Será que llegué el día en que el Cinco de Mayo llegué a ser más una fiesta de los Estados Unidos que de México? A cómo están las cosas, puede ser que sí.