lunes, febrero 27, 2006

Segundo Piso

Viernes por la noche en el Distrito Federal. Estoy en un atorón vial en el Periférico, a la altura de San Antonio. Es diciembre del 2004. Se nota que soy visitante al escoger esa vía para llegar a mi destino. Voy a una fiesta de graduación en la zona de hospitales, en el sur de la Ciudad, por San Fernando. Podía haber escogido muchas otras rutas alternativas, pero mi ingenuidad me tiene aquí, debajo de las obras del Distribuidor Vial, primer paso del "Segundo Piso" del Periférico.

Ya pasó una hora desde que estoy atorado, y más de tres desde que salí de Querétaro. Estoy junto a un soporte del segundo piso. El mismo soporte que he visto desde ángulos ligeramente diferentes en los últimos 45 minutos. Si sigo avanzando a este paso, voy a llegar a San Fernando en unos dos días.

Hace quince minutos, pasó una ambulancia por los carriles centrales; los mismos donde estoy yo atorado. Vi las luces relampagueantes de la ambulancia, y pensé para mis adentros "nunca va a pasar". Pero subestimo la capacidad de sopresa que tienen los defeños. Esos mismos gandallas que te cierran el paso, o se te meten en tu carril indiscriminadamente (hasta piensa uno que están entrenando para ser microbuseros), de pronto se fueron abriendo, para dar paso a la ambulancia. Claro, después que pasó, todo mundo se cerró, para impedir al gandul que se metiera detrás de la unidad paramédica, y se colara por allí.

La ironía de todo esto es que se supone que esta obra habría de facilitar la vialidad. Pero al menos por lo que estoy experimentando, ese beneficio viene con el costo de entorpecerla en lo inmediato. Me supongo que la inversión de tiempo de los automivilistas hoy -incluyéndome- se compensará con el ahorro posterior; no obstante, al menos durante los meses iniciales el balance entre ahorro en tiempo y tiempo perdido por las obras andará en números rojos.

Una hora y media despúes, y el tapón está a mi espalda, y la circulación se normaliza. La vialidad empezó a fluir sin aviso previo, como sin aviso previo se atoró. Ahora bien, el embotellamiento sigue atrás de mí. Pero lo curioso es que no ví alguna causa directa del mismo. Más allá de las mismas obras. Sigue siendo un misterio para mí.

Entiendo que yo estaba atorado debido a mi ingenuidad de extra-capitalino. Pero ¿qué estaban haciendo todos los otros chilangos a mi alrededor? Para mí las obras del segundo piso son un acontecimiento remoto que se comenta en los noticieros, y -en mi experiencia cotidiana- bien podrían estar en China, para lo que me afecta. Pero para los capitalinos es una experiencia muy directa y particular. Entonces, ¿por qué estábamos atorados sin explicación alguna? La única explicación que me viene en mente es que los Defeños estaban contemplando la obra directamente, asegurándose que estuviera bien. Me viene esta explicación porque yo sí tuve oportunidad de observarla con todo lujo de detalle. ¡ah manera de darle seguimiento a la obra pública de la Ciudad!