Mañana es el CXCV aniversario del "Grito de Dolores" (saludos FY!), evento que disparó la Guerra de Independencia, y que culminó el 28 de septiembre de 1821, con la redacción y firma del acta de independencia del "Imperio Mexicano".
Claro que en aquellos días ya lejanos, México era una invención en la mente de unos cuantos criollos adelantados, que se inventaron el concepto del pueblo mexicano frente a la unidad conceptual que representaba España y su Imperio. "Mueran los Gachupines" fue entre las consignas que el Cura Hidalgo proclamó entre sus sorprendidos feligreses en esa madrugada del 16 de septiembre de 1810.
El término gachupín tiene su orígen en España cuando un voráz alcalde de un pueblo del norte de la península, de apellido Cachopin, decidió cobrar a los peregrinos por cruzar por su pueblo por el Camino Real -usurpando, obviamente, las prerrogativas del mismísimo Rey. De allí el término corrompido vino a significar lo que hoy día llamaríamos, llanamente, gandalla. En la Nueva España, el término se empezó a aplicar a los españoles venidos a la Colonia con cédula real, y que llegaban como mandamás, queriendo imponer su ley prepotentemente ante los colonos ya establecidos, fuesen nacidos localmente, o también venidos de España -ni se diga cómo trataban a los indígenas o mestizos. Ya luego, se aplicó el término a cualquier español nacido en España y residente en la Nueva España.
Era claro que los mejores puestos, y los privilegios en la Nueva España eran otorgados a los que tuvieran palanca en la Corte Real, así que los advenedizos gachupines llegaban y sobresalían a costas de los criollos —españoles nacidos en la colonia. A ninguna clase social le gusta estar marginada del poder, y menos cuando el poder está a su alcance. Tan lejos, tan cercas!
Influenciados por las ideas enciclopedistas, y los ejemplos de las Revoluciones de las Colonias Inglesas en América del Norte, y la Revolución Francesa —no en balde la conspiración original residía en un club de lectura— Hidalgo y su séquito se lanzó a la aventura independentista. Al fracasar ese primer intento golpista, otros seguirían en sus pasos, hasta la culminación de la gesta heroica. Y luego, como los alacranes que se comen a su propia madre, se lanzaron a luchar entre sí, condenando a la nación que habían formado —al menos en sus propias cabezas— a más de un siglo de guerras e inestabilidad.
Viva México, pues. Viva!