Un día llegué a mi casa ya de noche. Vivía solo. Después de ver la televisión durante un rato, subí a mi cuarto para acostarme a dormir. Cuando prendí la luz quedé congelado: sobre mi cama estaba una chamarra mía en la más extraña de las posiciones. Estaba parada sobre la cama. La verdad, no podía creer lo que estaba viendo, y de pronto tuve una sensación de terror indescribtible. Mi cabello se erizó, y sentí una sensación eléctrica en todo mi cuerpo al tiempo que se me enchinaba la piel. Me quedé un tiempo indeterminado de segundos quieto, casi literalmente a medio paso.
Al paso de los segundos, tomé la valentía de adentrarme al cuarto, y acercarme a la prenda que estaba en tan extraña posición. Confieso que estaba asustado como pocas veces en mi vida; mi corazón latía con todo, y me costaba trabajo respirar. Con cada inhalación sentía un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Cualquier ruido me hubiera provocado un infarto en ese momento.
Miré la chamarra, sin tocarla. La parte baja de la chamarra estaba sobre la cama, y de alguna manera toda la pieza estaba sostenida sobre sí misma. No estaba amontonada sobre sí, sino que estaba estirada, como si algo o alguién la estuviera deteniéndo. No recuerdo jamás haber dejado la chamarra así. Extendí mi mano y la toqué. La empuje levemente, y la chamarra fué vencida por la gravedad y cayó sobre sí misma en la cama.
Me considero una persona racional, pero esta experiencia francamente me conmocionó. En fracciones de segundo pasaron por mi mente una infinidad de explicacions, la mayoría de ellas de carácter sobrenatural. Traté de sacar esos pensamientos de mi cabeza, pero no dejaba de temblar, literalmente espantado. Poco a poco mi estado alterado fué cediéndo, y aunque permanecí nervioso durante un rato más, fui recobrando mi compostura.
Después de mucho meditar he concluido que simplemente se dieron una serie de circunstancias que permitieron a la chamarra acomodarse de esa manera. Pero nuestro cerebro es un arma de dos filos, y asi como nos permite entender y explicar muchas cosas, también nos lleva por caminos de supersitición y de creencias sobrenaturales. Sobre todo dado que muchas veces estos temores y creencias han sido inculcados en nosotros desde niños, queriéndo o sin querer, por nuestros padres. Y lo que aprendemos de niños se nos queda para siempre.