jueves, enero 22, 2009

Discurso de Barack Obama


(Foto-crédito: joits en Flickr.com)

A continuación, mi traducción liberal del discurso del nuevo Presidente de los Estados Unidos:

Mis conciudadanos: me paro aquí, humilde ante la tarea por venir, agradecido por la confianza que me han encomendado, y consciente de los sacrificios realizados por nuestros antepasados.

Le agradezco al Presidente Bush su servicio para con nuestra nación, así como la generosidad y cooperación que ha mostrado durante ésta transición.

Cuarenta y cuatro americanos han tomado ahora éste juramento presidencial.

Las palabras han sido pronunciadas durante mareas crecientes de prosperidad asi como en las aguas calmas de la paz. Sin embargo, de vez en cuando el juramento se ha prununciado entre nubarrones y tormentas enfurecidas. En éstos momentos, la América ha seguido, no simplemente por la habilidad o visión de los que ocupan sus altos cargos, sino porque nosotros, el Pueblo, hemos sido fieles a los ideales de nuestros ancestros, y apegados a nuestros documentos fundacionales.

Así ha sido, y así habrá de ser con ésta generación de americanos.

Entendemos bien que estamos en medio de una crisis. Nuestra nación está en guerra en contra de una red amplia de violencia y odio. Nuestra economía está debilitada, una consecuencia de la codicia e irresponsabilidad de parte de algunos, pero también debido a nuestra fracaso colectivo a la hora de tomar las decisiones difíciles y de preparar a la nación para una nueva época.

Se han perdido hogares, han desaparecido empleos, se han cerrado negocios. Nuestro sistema de atención médica es demasiado costosa, nuestras escuelas le fallan a muchos, y diariamente tenemos evidencia adicional de que nuestra utilización energética fortalece a nuestros adversarios y amenaza a nuestro planeta.

Éstos son los indicadores de la crisis, sujetos a medición y la estadística. Menos fácil de medir, pero no por ello menos profundo, es la erosión de nuestra confianza, en todo el país; un temor pesistente de que el declive de la América es inevitable, que la siguiente generación habría de reducir sus expectativas.

Hoy les digo que los retos que enfretamos son reales, son serios y son muchos. No serán fáciles de superar, ni lo serán en poco tiempo. Pero sépan ustedes en América: los superaremos.

Nos reunimos hoy porque hemos optado por la esperanza sobre el temor, por la unidad de propósito sobre el conflicto y la discordia.

Hoy venimos a proclamar el fin a las disputas menores, a las falsas promesas, a las recriminaciones y a los dogmas desgastadas que durante demasiado tiempo han estrangulado a nuestra política.

Seguimos siendo una nación joven, pero en las palabras de las Sagradas Escrituras, el tiempo ha llegado para dejar a un lado las cosas de niños. Ha llegado el tiempo de reafirmar nuestro espíritu eterno; de tomar nuestra mejor historia; portar el Don precioso, la noble idea, transmitida de generación en generación: la promesa divina de que todos somos iguales, todos somos libres, y que todos merecemos la oportuniad de procurar la medida completa de nuestra felicidad.

Al reafirmar la grandeza de nuestra nación, entendemos que la grandeza no es algo predeterminado. Debe ganarse. Nuestro camino nunca ha sido de atajos o de conformarnos con menos.

No ha sido un sendero para los débiles de corazón, ni para los que prefieren el descanso sobre el trabajo, ni para los que que buscan tan solo los placeres de la riqueza y la fama.

Más bien, han sido los que toman riesgos, los que construyen, los que fabrican --algunos célebres, pero los más, hombres y mujeres, laborando en la oscuridad-- quienes nos han llevado por la larga y difícil cuesta, en el camino hacia la prosperidad y la libertad.

Por nosotros, empacaron sus escasas posesiones mundanas y viajaron a través de oceános en busca de una nueva vida. Por nosotros, trabajaron en las fábricas explotadoras y asentaron el oeste; soportaron el látigo, trabajaron la dura tierra.

Por nosotros, pelearon y murieron en lugares como Concord y Gettysburg, Normandía y Khe Sahn.

Una y otra vez éstos hombres y mujeres lucharon y sacrificaron y trabajaron hasta que sus manos estaban en carne viva, para que pudieramos tener una vida mejor. Vieron en la América algo más grande que la suma de sus ambiciones individuales; mayor que todas las diferencias de nacimiento o de fortuna o de facción.

Éste es el viaje que continuamos hoy día. Seguimos siendo la nación más próspera y poderosa de la Tierra. Nuestros trabajadores no son menos productivos que cuando inició la crisis. Nuestras mentes no son menos inventivas, nuestros bienes y servicios no menos requeridos de lo que fueron la semana pasada, el mes pasado, o el año pasado. Nuestra capacidad no se ha reducido. Pero el tiempo de estar complacidos, protejiendo nuestros estrechos intereses y dejando para después las decisiones poco agradables --ése tiempo de seguro ha pasado.

A partir de hoy, debemos levantarnos, desempolvarnos, y reiniciar la obra de rehacer a la América.

Puesto que por doquier hay tareas por hacer.

El estado de nuestra economía nos llama a la acción, audaz y pronta. Actuaremos no solamente para crear nuevos empleos, sino para establecer un nuevo cimiento para nuestra crecimiento.

Construiremos los caminos y los puentes, las redes eléctricas y líneas digitales que alimentan nuestro comercio y fortalecen nuestra unión.

Pondremos a la ciencia en el lugar que le corresponde, y usaremos las maravillas teconológicas para incrementar la calidad de nuestra atención médica y reducir su costo.

TOmaremos del Sol, del aire y del suelo para obtener la energía para nuestros carros y para la operación de nuestras fábricas. Transformaremos las escuelas, las facultades y las universidades para satisfacer las demandas de una nueva era.

Todo esto podemos hacer. Todo esto haremos.

Hay algunos que cuestionan la escala de nuestras ambiciones, que sugieren que nuestro sistema no puede tolerar demasiados planes grandiosos. Pero su memoria es corta, puesto que han olvidado lo que éste país ya ha logrado, lo que hombres y mujeres libres pueden lograr cuando su imaginación se une al propósito común y la necesidad a la valentía.

Lo que los cínicos no entienden es que el piso se les ha movido debajo de sus pues, que ya no aplican los rancios argumentos políticos que nos han consumido durante tanto tiempo.

No cuestionamos hoy si nuestro gobierno es demasiado grande o demasiado pequeño, sino más bien si funciona, si ayuda a las familias para encontrar empleos con sueldos decentes, atención médica a su alcance, y un retiro digno.

Donde la respuesta es afirmativa, tenemos la intención de proseguir. Donde la respuesta es no, terminaremos los programas.

Los que administramos el dinero público seremos llamados a cuentas, para gastar sabiamente, reformar los malos hábitos, y hacer nuestros negocios a la luz del día, porque solamente así podremos restaurar la confianza vital entre el pueblo y su gobierno.

No cuestionamos si el mercado es una fuerza para bien o para mal. Su potencial para generar riqueza y ampliar la libertad no tiene par.

Pero ésta crisis nos ha recordado que sin un supervisión cuidadosa, el mercado se puede salir de control. Una nación no puede prosperar mucho cuando solamente favorece a los prósperos.

Además del tamaño de nuestro producto interno bruto, el éxito de nuestra economía siempre ha dependido también del alcance de nuestra prosperidad; de nuestra capacidad de extender la oportunidad a cada corazón voluntarioso--no por caridad, sino por ser el camino más seguro para nuestro bien común.

En cuanto a nuestra defensa comunitaria, rechazamos la falsa disyuntiva entre nuestra seguridad y nuestros ideales.

Enfrentando peligros que apenas podemos imaginarnos, nuestros padres fundadores escribieron una Carta para asegurar el régimen de la ley y los derechos de las personas, una Carta aumentada con la sangre de las generaciones.

Éstos ideales aun iluminan al mundo, y no las abandonaremos a favor de la conveniencia.

Y asi, a todos los pueblos y gobiernos que nos miran hoy, desde las capitales más grandiosas, hasta el pequeño pueblo donde nació mi padre: sepan que la América es amiga de toda nación, de todo hombre y mujer que busca un futuro de paz y dignidad, y de que estamos prestos para volver a tomar el liderazgo.

Recuerden que las generaciones previas se enfrentaron y derrotaron al fascismo y al comunismo, no solo con misiles y tanques, sino también con alianzas fuertes y convicciones perdurables.

Entendieron que nuestro poder por si solo no es capaz de protegernos, ni tampoco nos da derecho de actuar caprichosamente. Por el contrario, sabían que nuestro poder viene de la prudencia. Nuestra seguridad emana de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo, de las cualidades fundamentales de la humilidad y el auto-control.

Somos los guardianes de éste legado. Nuevamente y guiados por éstos principios, podemos superar éstas nuevas amenazas que demandan aun más esfuerzo y mayor cooperación y entendimiento entre las naciones. Inciaremos responsablemente, devolviendo Iraq a su prueblo y forjando una paz merecida en Afganistán.

Trabajaremos incansablemente cOn viejos amigos y antiguos adversarios para disminuir la amanaza nuclear y revertir el espectro de un planeta más cálido.

No nos disculparemos por nuestro modo de vida, ni tampoco temblaremos en su defensa.

Para los que buscan lograr sus propósitos mediante el terror y el sacrificio de inocentes, les decimos que "nuestro espíritu es más fuerte y no podrá ser roto. No nos podrán superar, y les derrotaremos".

Puesto que sabemos que nuestra ancestría variada es una fortaleza, no una debilidad.

Somos una nación de cristianos y musulmanes, de judíos e hindues, asi como de no creyentes. Estamos formados por todos las lenguas y culturas, surgidas de todos los rincones de ésta Tierra.

Y porque hemos probado el amargo sabor de la guerra civil y la segregación y salimos de ése oscuro capítulo más fuertes y más unidos no podemos sino creer que las viejas enemistades algún día pasarán; que las líneas de la tribu se disolverán; que al hacercse más pequeño el mundo, nuestra humanidad común se revelará; y que la América tendrá un rol llevándonos hacia a una nueva era de paz.

Al mundo musulmán les digo: buscamos un nuevo camino hacia adelante, basado en el interés y respeto mutuos.

Para aquellos líderes alrededor del mundo que buscan sembrar conflicto o culpar a Occidente de los males de sus sociedades, sepan que sus pueblos les juzgarán por lo que construyen, no por lo que destruyen.

Para aquellos que se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño, sepan que están del lado equívoco de la historia, pero que les extenderemos la mano si están dispuestos a aflojar sus puños cerrados.

Para los pueblos de las naciones pobres, prometemos trabajar con ustedes para que florezcan sus campos y que fluyan aguas limpias, para nutrir cuerpos necesitados y alimentar mentes hambrientas.

Y para las naciones que como la nuestra disfrutan de plenitud relativa, les decimos que no podemos seguir indiferentes al sufrimiento allende nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos del mundo sin considerar su efecto. Puesto que el mundo ha cambiado, y debemos cambiar con él.

Al considerar el camino que enfrentamos, recordemos con humilde gratitud a los valientes americanos quienes, a ésta misma hora, patrullan desiertos y montes lejanos. Tienen algo que decirnos, así como nos hablan a través del tiempo los héroes caídos que yacen en el cementerio de Arlington.

Les honramos no solamente porque son los guardianes de nuestra libertad, sino porque encarnan el espíritu de servicio: la voluntad de encontrar significado en algo que es más grande que ellos mismos.

No obstante, en éste momento, un momento que definirá una generación, es precísamente éste espíritu el que habría de habitar en todos nosotros.

Porque aun cuando sea mucho lo que el gobierno pueda y deba hacer, en última instancia es la fé y la determinación del pueblo americano sobre el cual depende ésta nación.

Es la amabilidad de dar albergue a un extraño cuando rompen los diques; la generosidad de los trabajadores que prefieren recortar sus horas a ver a un amigo perder su empleo; ésto nos nos permite soportar las horas más oscuras.

Es la valentía de un bombero que se lanza a una escalinata llena de humo, pero también la voluntad de un padre para criar a su hijo, lo que finalmente determinará nuestro destino.

Nuestros retos podrán ser nuevos, los instrumentos con los cuales los superemos podrán ser novedosos, pero los valores sobre los cuales depende nuestro éxito: la honestidad y el trabajo duro, la valentía y el juego limpio, la tolerancia y la curiosidad, la lealtad y el patriotismo --éstas cosas son añejas.

Éstas cosa son ciertas. Han sido la fuerza silenciosa del progreso a través de nuestra historia.

Lo que se nos demanda, entonces, es un retorno a éstas verdades. Lo que se nos requiere ahora es una nueva era de responsabilidad --un reconocimiento, de parte de cada americano, de que tenemos deberes para con nosotros mismos, para con nuestra nación y para con el mundo; deberes que no aceptamos a regañadientes, sno que tomamos con gusto, firmes en el saber de que no hay cosa más satisfactoria para el espíritu, nada que defina mejor nuestro carácter, que el dar todo en la realización de una tarea difícil.

Éste es el precio y la promesa de la ciudadanía.

Ésta es la fuente de nuestra confianza: el saber que Dios nos llama para darle forma a un destino incierto.

Éste es el significado de nuestra libertad y nuestro credo, la razón por la cual los hombres y mujeres de todas las razas y las creencias pueden unirse en celebración a través de éste magnífico panorama. Y la razón por la cual un hombre, a cuyo padre se le podría negar servicio en un restaurante local hace menos de 60 años, puede estar frente a ustedes hoy para tomar un juramanto tan sagrado.

Así que hagamos éste día un recordatorio de quiénes somos y lo lejos que hemos andado.

En el año del nacimiento de los Estados Unidos, en el más gélido de los meses, una pequeña banda de patriotas se juntaba al lado de agónicas fogatas, en la ribera de un río helado.

La capital estaba abandonada. El enemigo avanzaba. La nieve estaba teñida con sangre.

En el momento cuando más se dudaba del resultado de nuestra revolución, el padre de nuestra nación ordenó que se leyeran éstas palabras al pueblo:

"Que se diga al mundo futuro que en la profundidad del invierno, cuando nada sino la esperanza y la virtud podrían sobrevivir, la ciudad y el campo, alarmados por un peligro común, salieron avante para confrontarlo."

América, frente a nuestros peligros comunes, en éste invierno de nuestra penas, recordemos éstas palabras eternas; con esperanza y virtud embarquemos nuevamente, con valentía, en las frías corrientes, y soportemos cualesquier tormenta que se presente; que sea dicho por los hijos de nuestros hijos que cuando fuimos puestos a prueba nos negamos a abandonar el viaje, que no dimos marcha atrás, ni tampoco tambaleamos; y con los ojos fijos en el horizonte y con la Gracia de Dios sobre nosotros, llevamos por delante ése gran Don de la libertad y lo entregamos salvo a las generaciones futuras.

Gracias. Dios les bendiga.

Y Dios bendiga a los Estados Unidos de América.

martes, enero 20, 2009

El Amanecer de un Nuevo Día


(Foto Crédito: Steeleman204 en flickr.com)

Hoy Barack Obama será juramentado como el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos de América. En todo el entorno se siente esperanza e ilusión.

Por supuesto, Obama es tan solo una persona --un líder carismático, sin duda, pero un hombre no obstante. La clave de su éxito será el impacto que tenga en la sicología colectiva, no solo en los Estados Unidos, sino --de hecho-- en todo el mundo.

El mundo entero está, potencialmente, en el umbral de una nueva era. Digo 'potencialmente' porque también está la posibilidad del desengaño y el fracaso. Por supuesto, no es mi expectativa, pero es una posiblidad.

Para todos sus pecados, la gracias salvadora de los Estados Unidos es la promesa de sus ideales. En muchas formas, la retórica ha sido mucho más que la realidad. Pero sea como sea, el ideal de la democracia norteamericana es un faro que ha ilumninado el mundo en los últimos 230 años. Es la hora de acercarse más al ideal, y hacerlo más plenamente verdadero para los propios ciudadanos del Coloso de América del Norte.

Lamentablemente, la miopía de la codicia ha hipotecado, verdaderamente, la viabilidad económica de los EEUU. La premisa de la prosperidad, tanto como la aspiración del éxito tiene que cambiarse. De nada sirve tener una prosperidad financiera volátil, sin tener el fundamento de la prosperidad económica de largo plazo.

Además, no solamente es la gran deuda externa que tiene los Estados Unidos parte de los obstáculos a su viabilidad sostenida. También está la deuda interna que se tiene con respecto de la creciente poblacion envejecida. El Seguro Social y asistencia médica tienen que reformarse seriamente para hacerlos viables a largo plazo.

Uno de los mitos más dañinos, pero neciamente duraderos, que tienen los Estados Unidos es la idea del individualismo a rajatabla. Ésta idea de que la unidad básica de la sociedad es el individuo me parece equívoca en el extremo. Por supuesto, entiendo el devenir histórico del mismo, pero eso no lo justifica. No estoy a favor del gobierno como figura paternal, necesariamente --el estado paternalista está a un paso del fascismo, por decirlo de forma suave. Pero sí creo que debe haber un balance justo entre los derechos de la colectividad y los del individuo.

Obama tiene la oportunidad histórica de establecer un nuevo orden, tanto en lo interno de su país, como en el entorno mundial. Dios le dé fuerza y claridad para hacer lo correcto.