
Ahora que voló el Endeavour sobre el área de Los Ángeles --y en particular, sobre Rainbow Harbor, en Long Beach. Tuve la ocasión de estar presente, y tomar algunas fotos del evento.
Además de ciertas emociones particulares, que no vienen al caso, tenía en mente otras consideraciones de carácter técnico. Se me ocurrió que si iba a ser testigo del evento, habría de captarlo fotográficamente. Por supuesto, mi cámara celular hubiese sido más que adecuada (e inclusive, para haber captado video, y no sólo instantáneas fotográficas); pero a mi se me ocurrió que debía traer mi cámara dSLR, y además operarlo en modo manual (¿¡de qué otra manera habría de operarse!?).
De ésta forma, en los escasos dos o tres minutos en que estuvieron visibles el Endeavour anclado a su avión transporte, y sus dos jets de escolta, tuve ocasión de tomar una serie de fotografías. Si bien éstas fotos registraron fotográficamente el evento, la experiencia resultante fue, de alguna manera, insatisfactoria.
Al leer acerca de la distinción entre el "ser que vive" y el "ser que recuerda" en el libro Thinking Fast and Slow de Daniel Kahneman, tuve ocasión de recordar éste episodio del sobrevuelo y conciliar mi insatisfacción. El tema me resultó esclarecedor: el que haya llevado mi cámara (y que muchos otros se hayan ocupado de captar el "recuerdo" con sus dispositivos móviles) reflejó la preferencia desproporcionada que tenemos por la memoria que por la experiencia. En otras palabras, mi experiencia fue sub-óptima porque me dediqué más a captar el momento, que a vivirlo.
A pesar de que es una creencia común, las cámaras no captan la realidad "tal como es". Lo que captan es tan subjetivo como la experiencia óptica directa. La diferencia es que la fotografía capta el instante de forma relativamente fija, mientras que lo que vemos --y posteriormente recordamos-- es sujeto a la interpretación emocional y cognitiva, y ésta interpretación varía en cada evaluación iterativa.
El sobrevuelo del Endeavour tuvo cobertura amplia, con múltiples videos, y fotografías, muchas de ellas mejor logradas que las que yo tuve ocasión de captar. Ahora, he llegado a la conclusión que hubiese sido mejor haber vivido la experiencia, sin intermediación alguna. El resultado hubiese sido más satisfactorio de lo que fue.
Hay algunas fotografías que son sine qua non, por supuesto: el retrato con la torre Eiffel de fondo, la exposición donde pretendemos detener la torre inclinada de Pisa, etc. Esa es la evidencia que podemos usar para decir, "allí estuve". Pero seguramente hay miles de fotografías que muestran las ruinas de Chichen Itzá, o las figuras petrificadas de Pompeya. Exceptuando las excursiones a propósito del arte fotográfico, si la foto no documenta nuestra estancia de manera significativa; si tan solo satisface nuestra necesidad compulsiva de registrar cada instante; o peor, sirve para alimentar la fantasía de que nuestra foto tiene una perspectiva única --con aplastadora certidumbre, probablemente no es el caso-- es mejor disfrutar de la vista, del momento, con toda su intensidad. Nuestros recuerdos seguramente serán emocionalmente más ricos y satisfactorios.